sábado, 28 de octubre de 2017

CLAUDIO MAGRIS, No ha lugar a proceder

Siempre me gusta escribir en caliente cuando acabo de leer un libro, me gusta capturar las sensaciones antes de que se debiliten porque pasan días o porque estoy inmersa en otra “historia”, en otra novela… No siempre las circunstancias me lo permiten, en esta ocasión acabo de leerla hace un par de horas, así que tengo todas las impresiones-sensaciones a flor de piel.


Desde el primer momento desvelaré mi opinión: me parece una novela extraordinaria, de las que dejan un poso que dura mucho tiempo, de las inolvidables. Y eso que la he leído en muy mala situación (pero eso carece de importancia ya que se ha impuesto a la adversidad y me ha ayudado a encararla, un mérito más).

¿Qué plantea No ha lugar a proceder?

Un tema que me obsesiona: la maldad del ser humano. 

A través de múltiples situaciones y épocas. Este libro no cuenta una historia, cuenta muchas y una sola que tiene muchas caras. Es un continuo cruce de historias que nunca entorpece la lectura pero que requiere ganas y atención. No es una novela al uso, no es fácil su lectura (tampoco difícil porque se entiende perfectamente, no es hermética ni complicada por el lenguaje). 

La colonización de América, la trata de esclavos, el exterminio nazi-fascista, son los escenarios principales de la maldad (muy bien elegidos, por cierto, porque no hay nada que los iguale por las dimensiones del sacrificio de miles –millones- de personas). 

¿Historias sin protagonistas? 

Sí y no.

Algunas de las historias tienen protagonistas colectivos: etnias, pueblos… La principal sí tiene protagonistas, una saga de mujeres judías, especialmente la última: Luisa. No esperéis nada semejante a lo habitual sobre el exterminio judío. Hay un campo de concentración, sí: la Risiera di San Sabba (era la primera vez que oía hablar de él), en Trieste. No sabía de la existencia de campos y horno crematorio en Italia. 

Trieste mismo es protagonista de esta novela. 

Novela-Caleidoscopio 

Esta novela es un instrumento óptico que cuando lo movemos (leemos) a través de sus 53 capítulos, se pueden ver distintas perspectivas del tema que son simétricas. Magris construye una novela especial, original, un universo completo de perspectivas sobre la maldad, pero también sobre la bondad, del ser humano.
La escritura, puñal afilado que va directo al corazón. Hiere y cura, pero sobre todo hiere. (…) Libros que inflaman el mundo, que calientan el corazón, pero de pronto lo abandonan, como en tantas historias de amor o de muerte. Propagan venenos, prometen paraísos y se hacen la ilusión de que la vida real es otra, violan secretos e intimidades, espían (177-178).

Una novela muy recomendable.

miércoles, 18 de octubre de 2017

IÑAKI URIARTE, Diarios, 1999-2003.

Un inesperado hallazgo, un tipo que no era factible que me interesara lo que tiene que decir a través de sus Diarios y, sin embargo, lo ha hecho. 



¿Por qué digo que no era a priori alguien interesante? Uriarte no ha trabajado nunca, vive de una renta (según cuenta de un piso heredado) y de pequeños trabajos como crítico de literatura e incluso de alguna ayuda familiar (sus compañeras o esposas sí parece que trabajan). Es un bon vivant modesto por vocación. 

Uriarte es un gran lector que adora a Montaigne, Stendhal, Pascal, Proust, también Baroja o Pla. Ese es un primer punto de afinidad que me ha permitido muchas veces aceptar a personas cuyas ideas o aficiones no me gustaban.

Escribe unos diarios, sin referencias cronológicas excepto el año, en los que va desgranando con sentido del humor, calma, escepticismo relativo y cariño, el nacionalismo vasco, la política, la amistad, el amor, la literatura, la salud, su gato y mil y un aspectos que sin saber por qué te van interesando, te van haciendo sonreír y empatizar con este peculiar rentista. 
Hay gente que lleva sus rencores, envidias y resentimientos a flor de piel. Hay otros que los esconden y se esfuerzan por parecer que no los tienen, y de pronto les traicionan y surgen como serpientes o conejos entre la hierba (24). Se me acumulan los libros por leer como si fueran recados por hacer. Se amontonan. Me abruman (96). 
Y la mejor caracterización que he leído nunca del nacionalismo: 
Ese tío que depende de su jefe, el banco, su madre, su mujer, sus hijos y amigos, el inspector de hacienda, el alcalde, el PNV, el Lendakari, Arzalluz, la Comunidad europea, el gran capital financiero, el cristianismo, su poca inteligencia, su falta de sentido del humor, sus genes… ¿por qué le parece que lo más terrible es su dependencia de los españoles? ¿Por qué solo está dispuesto a armarla para liberarse de la opresión a que le tienen sometido los españoles? (129). 
A Uriarte le gusta viajar a su ritmo especialmente por Francia e Italia, visitando recónditos lugares en los que han vivido o escrito o pintado aquellos a quienes admira. Pero sorprendentemente también le encanta Benidorm, de donde dice que siempre retorna a Bilbao (donde vive) mejor que cuando salió. 

Me permito recomendaros a este tipo tan…, cada cual que le aplique el adjetivo (os) que considere oportuno tras leerlo.

domingo, 8 de octubre de 2017

IMRE KERTÉSZ, La bandera inglesa

 Tres relatos, uno de ellos ya leído y comentado: “Expediente”. Los otros dos son: “La bandera inglesa” que da título al libro y “El buscador de huellas”, el que me ha gustado más. 


Dice el propio autor, siento por estos relatos algo muy especial, porque son fragmentos de mi propia vida

“La bandera inglesa” relata su juventud en Budapest, los temores que empieza a sentir al darse cuenta de que el totalitarismo emerge por cualquier resquicio de su vida cotidiana, ser consciente de que no adaptarse significará tener problemas siempre, sentirse amenazado siempre, preocupado por sobrevivir y, a la vez, pensar. Es en esa época de juventud cuando se encuentra con la música y la literatura, tabla de salvación y, al mismo, tiempo navegar solo en el océano de la intelectualidad en un régimen dictatorial. 
Mediante la lectura, mediante esa epidermis que cubría las diversas capas de mi vida, me mantenía en contacto con el mundo como a través de un traje protector (13)
Y la metáfora de la bandera inglesa
De repente apareció un coche similar a un jeep. Su capó estaba todo cubierto por los colores británicos, azul, blanco y rojo: una bandera inglesa. Por esa misma curva en que desapareció la bandera inglesa fueron apareciendo al cabo de unos días, viniendo de la dirección contraria, los tanques (52-53). 
“El buscador de huellas” es el regreso del protagonista (el enviado) al campo de concentración de Buchenwald (la frase de la puerta lo confirma: a cada cual lo suyo, p. 100) donde había estado internado, como el propio autor en 1944-1945. La búsqueda de las huellas de su experiencia vital se convierte en una actividad angustiosa (tanto en el campo, como en la fábrica y alrededores). 

En el campo se encuentra con una extensión casi vacía y con los turistas… 
Los turistas son como las hormigas: se llevan con diligencia, migaja a migaja, el significado de las cosas; con cada palabra, con cada fotografía, desgastan la muda importancia de cuanto los rodea (98). 
Un relato en el que se siente la opresión que siente el enviado, la amenaza de lo que puede ocurrir cuando encuentra las huellas de su vivencia terrorífica, la aparente naturalidad con la que ha desaparecido casi todo, tanto en el paisaje como en el recuerdo de quienes lo vivieron como colaboradores de la muerte, del terror, del mal…