miércoles, 28 de junio de 2017

IDA FINK, El viaje

Una novela breve, escrita con lenguaje claro y preciso, sin excesivas efusiones emocionales, auténtica.
El tema puede parecer a muchas personas reiterativo, yo no lo veo así, debería haber por lo menos seis millones de historias para poder decir pensar en la reiteración.



El viaje es una huida desesperada, atenazada por el miedo, por una amenaza que se percibe cercana, la Gestapo es la bestia más temida, sin embargo lo terrorífico de esta huida es que cualquier persona, polaca o alemana, se puede convertir en un denunciante, en un burlador, en un abusador. Por eso la sensación de peligro no cesa para dos jóvenes hermanas polacas que huyen de su ciudad por su condición de judías. La soledad, las dificultades incluso para disimular el acento, los modales, los conocimientos, cualquier error puede ser definitivo.

Esta historia nos habla del arraigado antisemitismo que existía en Europa, algo que se tiende a olvidar y que explica, en parte, los motivos por los que el Holocausto fue posible, las grandes matanzas de judíos no hubieran sido posible sin la colaboración de la población con los nazis.

Se otorgó un mes de espera; pasado el mes decidió dejar de esperar, despojarse del miedo a la policía, de que la encontraran, ese miedo primordial, dominante pero no único. Porque también había otros, más pequeños, y también ellos amenazaban peligrosamente, como, por ejemplo, el temor a que el desconocimiento de las costumbres campesinas, la ignorancia de diversos quehaceres despertara desconfianza y sospecha, delatara que no se era la que se decía ser (…) Podía, todo lo más, disimular, alejar la atención de muchas maneras y adquirir lo más pronto posible ese saber hasta entonces desconocido. Se había vuelto astuta y sagaz. Observaba, imitaba, encubría, se protegía detrás de la risa y las bromas (115). 

Una historia basada en los recuerdos de Ida Fink, en la memoria conservada en lo más profundo de su ser de ese viaje que le pudo costar la vida y del que sobrevivió para contarlo, para recrear el ambiente de esos años, de ese odio, de esa persecución a muerte. 

Muy recomendable su lectura.

domingo, 18 de junio de 2017

IMRE KERTÉSZ-PÉTER ESTERHÁZY, Una historia: dos relatos

Este es uno de esos libros que una compra porque no quiere perderse ni una sola palabra de un escritor por el que siente un profundo amor y una inmensa admiración. Ese amor se manifiesta en una profunda coincidencia en la manera de entender, sentir y ver la vida. Tal es la magnitud de dicho amor que salta barreras de género, de edad y de nacionalidad. Ese escritor es Imre Kertész. 


Es difícil, pese a ser interesante, que pueda recomendar estos dos relatos a alguien que no comparta ese sentimiento por Kertész o, quizás, por Péter Esterházy. No he leído a Esterházy aunque tengo su monumental obra, Armonía celestial, que espero leer algún día. Kertész escribió “Expediente” y Esterházy “Vida y Literatura” cuando se encontró en una situación parecida a la que Kertész describió en “Expediente”, así lo explica cuando dice: 
Resulta que al oír esa frase surgió en mi interior, como una visión sangrienta, maldita literatura, el texto de Imre Kertész (…) que eleva (o más bien empuja hacia arriba) una historia de aduana de este tipo, hasta alcanzar el grado de una interpretación de la vida (Esterházy, p. 71). 
En efecto, el texto de Kertész es excelente, hasta el punto de convertir la anécdota de un viaje frustrado a Viena (desde Budapest) en una muestra de la distopia socialista húngara, de cómo hace valer la autoridad el poder del que dispone con el único objetivo de que el individuo se sienta menos que nada, sujeto de la arbitrariedad y humillado. Todas las citas son de Kertész: 

1. 
A estas alturas, no creemos ya en nada; sordos y ciegos tanto a la verdad como a la mentira… (9). 
2. 
Me gusta viajar; a decir verdad, solo me gusta viajar. Siempre he sido un buen viajero y un mal llegador, (…). Me gusta estar de viaje, esto es, en ninguna parte (15). 
3. 
Empieza a adueñarse de mi esa sensación determinada que tan bien conozco a raíz de mis experiencias vitales (…). La sensación es de calma y de entrega. Es la misma disposición con que uno se encamina hacia su funesto destino, (…) nos hemos convertido en piezas de una estupidez mecánica que –a nuestro juicio- es del todo ajena a nosotros (…). (20-21). 
4. 
(…) el ciudadano atormentado desde hace décadas, adiestrado, lesionado en su conciencia, en su personalidad y en su sistema nerviosos y quizás hasta herido de muerte… que, de hecho, era más un prisionero que un ciudadano (32). 
5. 
Seis décadas de diversas pero siempre monótonas dictaduras y ahora esta dictadura restante todavía sin nombre me han destrozado la inmunidad que se alimentaba de paciencia, de paciencia gratuita (40). 
Kertész siempre me tiene preparadas sorpresas, esta vez ha sido la manera de denominar a quien tiene cierto micropoder y lo usa para humillar y amedrentar (o lo intenta), son esos hombres que pasan desapercibidos y que cuando las circunstancias les otorgan un poquito de poder se crecen y lo ejercen: son los hombres grises. Así los llamo yo y así resulta que los llama Kertész en este relato.

jueves, 8 de junio de 2017

WOLFGANG HILDESHEIMER, Tynset.

Leer Tynset ha sido para mí como subir a una montaña rusa, de pronto había fragmentos de esta extraña historia que me parecían una maravilla y los leía con ansia, como de pronto bajaba en caída libre en el aburrimiento y no acababa de entender de qué hablaba el protagonista. Siendo una novela breve (cerca de 200 páginas) se me ha hecho eterna, el momento no era bueno porque he tenido (y tengo) mucho trabajo y me ha invadido el nerviosismo y el mal dormir (como al protagonista). 



¿De qué trata Tynset

Trata de la narración en primera persona de un hombre mayor que no puede dormir, es una especie de monólogo que dura una noche de vigilia.
¿Dónde estoy entonces? ¿Dónde? Aquí, en ninguna parte. Ninguna parte, el único lugar donde puedo respirar, libre, desprendido de todo, sin que nada me importune más que el clima (47-48). 
El insomne vive en un caserón ubicado no se sabe dónde pero relativamente cerca de Noruega, de Tynset, la ciudad a la que quiere ir. Comparte el caserón con una criada muy religiosa y borracha, llamada Celestina, que una noche de melopea lo confunde con Dios (una de las escenas más divertidas de la novela). En el largo monólogo caben muchos recuerdos reales e inventados. 

Hay quien va mucho más lejos e interpreta que el caserón es un espacio psíquico y el paseo nocturno una alegoría de la conciencia culpable por la memoria colectiva respecto a la Shoah. Yo no he apreciado esta posible lectura, bien es cierto que la gran cantidad de historias que cuenta abre muchas posibilidades interpretativas.

¿Y qué simboliza Tynset? 

La ciudad noruega es el espacio de la huida, la única salida posible a la pesadilla de las noches insomnes. Cuando acaba la novela sabemos si esa posibilidad de fuga es factible o no, tendrán que descubrirlo leyendo la novela.
(…) Tynset no suena a mito, aunque Röros sí. Si no hubiera visto la fotografía, entonces, al ver este nombre, me habría imaginado una isla en cuya playa habría nacido de la espuma la amada de un dios, quien hace ya mucho tiempo que habría vuelto a convertirse en espuma, consumida en su ansia de inmortalidad (21).
¿Suben a la montaña o prefieren quedarse en tierra?