viernes, 28 de abril de 2017

IVO ANDRIC, Un puente sobre el Drina.

El autor nació en 1892 en Bosnia, de familia croata, se declaró posteriormente serbio que para él era decir yugoslavo, país hoy desaparecido. Andric murió en Yugoslavia en 1975, había recibido el Premio Nobel en 1961. Su propia historia personal fue una fuente de inspiración para escribir esta novela.


¿De qué trata esta novela?
Un puente sobre el Drina trata de un puente, un rio (el Drina), una ciudad (Visegrad) y sus gentes.
(…) las gentes atravesaron innumerables veces el puente, de una orilla a otra. Los niños cruzaban corriendo, y las personas de más edad caminaban despacio, hablando o contemplando, desde todos los puntos, los horizontes completamente nuevos que el puente ofrecía (95).
Así describe el narrador la expectación que provocó la inauguración del puente en la segunda mitad del siglo XVI. Alrededor del puente se construye una crónica de una comunidad plural formada por personas de religiones diferentes (musulmanes, cristianos y judíos), bajo el poder político de distintos imperios (turco y austro-húngaro) y en transformación no exenta de conflictos.
La trama, tejida con mucha habilidad, es épica sin ensalzar héroes o mitos sino personas comunes y corrientes. El autor logra una fotografía de una sociedad, la de Visegrad, entre el siglo XVI y el inicio de la Iª Guerra Mundial en 1914. Van apareciendo hechos históricos sin desligarse de pequeñas historias individuales que nos permiten conocer la evolución de los habitantes de Visegrad al compás de los cambios políticos, económicos, religiosos, etc.

El puente como símbolo
Sin duda el protagonismo del puente tiene un profundo simbolismo, se construyó para facilitar la unión de las dos orillas y que el río no se convirtiera en barrera sino en factor de relación y de vida. Además el puente contiene la kapia, un ensanchamiento del puente donde los habitantes de Visegrad se reúnen, toman café, comen pipas de calabaza, hablan, ríen, beben, se enamoran… Pero también es ocupada por soldados, ejecutan, detienen y cierran el puente.
El humor, la tragedia, la épica, la mezquindad, las envidias, el amor, la amistad, los intereses económicos, la política, el nacionalismo, el racismo… circulan por el puente como el agua del río Drina.
El inicio de la Iª Guerra Mundial es relatado de manera excepcional, especialmente, en las páginas 447-448:
Las gentes se dividieron en perseguidos y perseguidores. La bestia hambrienta que vive dentro del hombre, y que no se atreve a aparecer en tanto no quedan eliminados los obstáculos que representan las buenas costumbres y las leyes, quedo en libertad. Los actos de violencia, el pillaje e incluso el asesinato (…) fueron autorizados con la condición de que se llevasen a cabo en nombre de intereses elevados y al amparo de una serie de palabras que representaban el orden (447).
Una excelente y recomendable novela por muchos motivos literarios y sociales.


martes, 18 de abril de 2017

SAM SHEPARD, Crónicas de motel


Estoy muy agradecida a Wineruda por el libro y la recomendación, dicho esto revelo en la segunda línea que me ha gustado, que ha sido una sorpresa muy agradable puesto que no había leído nada suyo.


1.
Me gusta su prosa seca, cortante, breve, concisa y precisa. Me parece que es muy norteamericana, al menos de la tradición de algunos escritores como Cormac McCarthy, uno de mis autores favoritos.

2.
Su estructura está formada por fragmentos (en general, breves), fotos y poemas, que forman una especie de puzle que va encajando a lo largo de la novela reconstruyendo una especie de autobiografía dispersa.

3.
El conjunto, prosa y poemas, componen una atmósfera de autenticidad en la que se inscriben retazos de la vida de un estadounidense: la carretera, el oeste, el desierto, los moteles, etc.

4.
La sensación es de inmersión en un mundo que conocemos, sobre todo, por el cine. Tiene lógica porque Shepard es un hombre de cine y estas Crónicas de motel fueron el punto de partida de Paris, Texas, una película extraordinaria.

5.
Yo diría que la novela tiene incluso música. Shepard fue amigo y colaborador de los Rolling, Patti Smith o Bob Dylan. Pero yo he escuchado a través de sus palabras a Nina Simone:
Yo solía llevarle cubitos a Nina Simone. Ella me trataba siempre de forma encantadora. Me llamaba “guapo”. Le llevaba toda una enorme bandeja de plástico gris llena de hielo para enfriar su Scoth.Ella se arrancaba su peluca rubia y la arrojaba al suelo. Debajo, su verdadero pelo era corto, como una oveja negra recién trasquilada. Se quitaba las pestañas y las pegaba en el espejo. Sus párpados eran gruesos y los llevaba pintados de azul (…).Solía terminar su actuación con “Jenny pirata”, la canción de Bertold Becht. Siempre cantaba esa canción con una grave voz penetrante y vengativa, como si ella misma hubiese escrito la letra. Su actuación apuntaba directamente a la garganta de su público de blancos. Luego apuntaba al corazón. Luego apuntaba a la cabeza. En aquellos tiempos estos disparos eran un balazo mortal (79).
6.

Os recomiendo esta pequeña gran novela.

sábado, 8 de abril de 2017

JOSÉ LUIS SAMPEDRO, Sala de espera.


DESCREENCIAS
(…) descreer correctamente es mucho más difícil que asumir creencias (…).Las descreencias, desmentidoras de los mensajes recibidos, son actos voluntarios y conscientes, en vez de las pasivas aceptaciones.(…)No es que yo aceptase del todo sus creencias [las de los anarquistas], pero sí abrieron tales brechas en las mías que de entonces datan muchas de mis principales descreencias sobre el orden social.
(Pág. 150-151, 153-154).
Hace mucho que me gusta Sampedro, he leído algunas de sus obras con auténtico placer. Ninguna de esas lecturas están reseñadas en este espacio porque las he leído antes de abrir este blog, solo hay una referencia de La sonrisa etrusca, mi novela favorita de él.
Cuando compré Sala de espera ya sabía que era obra póstuma que su compañera Olga Lucas decidió editar por ser textos, aunque breves, encontrados entre sus papeles y editados tal cual fueron encontrados. Nada añade a lo ya publicado, son textos que nos muestran una vez más la calidad humana de Sampedro.
La primera parte, titulada “Los Ríos”, describe los diez primeros años de infancia del propio Sampedro y de Lucas como dos ríos que confluyen hasta unirse. El mundo infantil y los juegos en la calle o en el colegio aparecen como un auténtico aprendizaje de las relaciones personales (29) muy valioso y que fundamentó su visión de la realidad:
(…) mi convicción de que cada persona se hace su propio mundo, o más de uno, acoplando como en un mosaico piezas y componentes recogidos (al azar o por preferencias a veces inexplicables) del magma ambiental que nos envuelve (64).
La segunda parte, ya desde sus últimos años de vida, recoge algunas reflexiones entre las que destaca la idea de que la barbarie precede la construcción de lo nuevo, que la vida construye destruyendo y destruye para construir (145).
El libro aporta fotografías de la infancia y de la vejez y la reproducción facsímil de sus libretas.

Un libro muy breve que resulta bello y enternecedor.