viernes, 25 de marzo de 2016

CESARE PAVESE: El oficio de vivir

Autor y libro aparecían mencionados aquí y allá (no recuerdo haber leído reseña alguna en los blogs habituales) y en mi libreta de sugerencias lectoras iba y venía sin que me decidiera a leerlo. La última vez fue en febrero en un artículo breve de Fernando Savater que además indicaba que también Vila-Matas estaba leyéndolo. Así que no podía dejar pasar tantas causalidades-casualidades reunidas y me lancé a su lectura quizás en un momento poco propicio (no es la primera vez que, pese a saber que no es buen momento, acabo encarando una lectura compleja porque estoy convencida, justo en ese “mal” momento, de hacerlo). Propuse a Carlos y a Marcelo Z si querían acompañarme en la aventura y ambos aceptaron, sin embargo Marcelo no pudo hacerse con un ejemplar y no se unió a la lectura. Tampoco yo encontré un ejemplar, tanto el mío como el de Carlos (de dos ediciones diferentes pero el mismo traductor, Ángel Crespo) son préstamos bibliotecarios.  



Cesare Pavese (1908-1950) 

Escritor italiano, estudió filología inglesa en la Universidad de Turín, ciudad en la que nació. Debido a sus estudios leyó y tradujo a numerosos escritores norteamericanos entre los que se encuentran Gertrude Stein, John Seinbeck o Ernest Hemingway.
La llegada al poder del Partido Nacional Fascista italiano en 1922, con B. Mussolini a la cabeza, puso difíciles las cosas a los escritores críticos con esta ideología, el propio Pavese acabó en la cárcel por sus escritos antifascistas en 1935. Pese a ello, afirma que… 
(…) la inteligencia humanista –las letras y las bellas artes- no sufrió bajo el fascismo; pudo desahogarse, aceptar cínicamente el juego (363). 
Aunque Pavese se consideró parte de la Resistencia, durante la II Guerra Mundial, lo hizo como estudioso y pensador, no como activista. Entre 1943 y 1945 se refugió en casa de su hermana y en el colegio de Somascos en Casele Monferrato sin contacto directo con los acontecimientos que sacudieron Italia, mientras que algunos de sus amigos murieron por su activismo en la Resistencia. Quizás por compensar esta falta de compromiso entró en el P. Comunista tras la guerra.

¿Qué es El oficio de vivir? 
Quizás la obra debiera llevar por título “El oficio de escribir” por la abundancia de análisis que realiza y el constante proceso de síntesis que refleja, este hombre parece que vivía plantado sobre un heterogéneo sembrado de obras precedentes de las que se nutría y por las que fructificaba.
Es un Diario que comienza en 1935 cuando Cesare Pavese tiene 27 años y le quedan 15 de vida. Nuestra lectura conjunta ha dado para más de veinte páginas de comentarios, fragmentos y citas, esta reseña las reduce a sólo seis.

El autor le dio a la primera parte de El oficio de vivir, que comprende lo escrito entre octubre-diciembre de 1935 y febrero de 1936, el título de Secretum Professionale (parece que es un título similar a uno de Petrarca). Esta primera parte es un intento de prolongación de sus reflexiones acerca de la poesía y comprende las páginas escritas durante su confinamiento en Brancaleone Calabro. No es un Diario al uso puesto que poco alcanzamos a saber de su vida cotidiana, de la ciudad en la que vive, de amigos o amigas o de la propia situación política.

 Ahora sé que estas notas de diario no cuentan por sus descubrimientos explícitos sino por la rendija que abren sobre la manera de ser que tengo inconscientemente. Lo que digo no es verdad pero traiciona –por el solo hecho de que lo diga- a mi ser (338). 
Tanto Carlos como yo enseguida nos apercibimos que el autor, que escribe en segunda persona, revisa y reconstruye el Diario, situándose entre la fina línea de la realidad y la ficción que va construyendo. 
Se parece a ciertos días del 46 romano. Si leo aquellos días, sólo comprendo lo derrotado que estaba. Nada se pierde. (326) 
Quizás ésta frase sea una de las claves que explican la pervivencia de éste diario. La constante y recurrente lectura, y quizás, la reescritura de las páginas precedentes quizás indiquen un cierto narcisismo al contemplarse en ella como si fuera un espejo.
Estamos ante una obra de Metaliteratura (aunque muy diferente, coincide con la anterior lectura de Vila-Matas), es decir, un ejercicio de reflexión literaria (poética) que aporta luz a la misma. Libro de libros y escritores, nombra entre sus páginas a numerosos autores como Baudelaire, Stendhal, Sakespeare, Dante, etc. Y muchas vueltas sobre el oficio de escribir, él mismo pasa de la poesía a la narración, para ir mejorando su estilo.
Entre estas reflexiones hace una comparación interesante cuando señala que Stendhal y Hemingway, no narran el mundo, no acceden a la realidad. Tienen, según Pavese, una constante de tensión humana que se resuelve en situaciones sensorio-ambientales expresadas con inmediatez. Su ideología en literatura es la energía, la claridad, la no-literatura.

Flaubert y los ambientes, Dostoievski y la construcción del mundo dialéctico, Faulkner estiliza atmósferas y mitologiza, Lawrence indaga una esfera cósmica. Todo lo que hacen estos no lo hacen Stendhal y Hemingway (344).
Stendhal y Hemingway tienen bloques de realidad, experiencias angulares que prestan ritmo y carencia. Hemingway tiene la muerte violenta, Levi el destierro, Conrad la perplejidad de los mares del Sur, Joyce el estereoscopio de las palabras-sensaciones, Proust la inaprehensibilidad de los instantes, Kafka la cifra del absurdo, Mann la repetición mítica de los hechos (345).
Un ejemplo de los muchos en el que Pavese realiza una valoración de varios escritores que puede ofrecer mucha luz a los que los leemos.



La vida o la angustia de existir. La mujer 

El oficio de vivir es un ramillete de reflexiones sobre sus angustias existenciales, leyéndolo se ve cuánto le preocupa la soledad, la falta de amor, la infidelidad, los celos y el fracaso, (además del tema sexual) a menudo narrado bajo el prisma de la impotencia. Su manera de definir a la mujer es terrible, desde la ingenua a la perversa y a la mujer fatal que lleva al hombre a la ruina. Y sin embargo su necesidad de la mujer es casi angustiosa.
Es muy desconfiado hacia los ideales, quizás por eso no se comprometió directamente con la resistencia durante la guerra, algunos de sus amigos murieron por hacerlo. Habla de la “jungla de intereses” y de los “entusiasmos por el ideal” que pueden acabar rompiéndole la cabeza a quien no tiene el mismo ideal (92).
Estas solo y lo sabes. Has nacido para vivir bajo las alas de otro, sostenido y justificado por otro, pero que sea tan gentil que te deje hacer el loco y hacerte la ilusión de que tú solo te bastas para arreglar el mundo. No encuentras nunca a nadie que aguante tanto; de aquí proceden tu sufrimiento y tus desintereses, y no de la ternura. De aquí tu rencor contra el que se ha ido; de aquí tu facilidad para encontrarte un nuevo protector, y no de la cordialidad. Eres una mujer, y como mujer eres terco. Pero no te bastas tú solo, y lo sabes (346). 
Está y no está en el mundo 

Resulta sorprendente la poca referencia que hace al fascismo italiano y a la guerra, mientras sus amigos entraron en la Resistencia y algunos, como Leone Ginzburg, murieron. Al saber de la muerte de Leone Ginzburg (5 de febrero) torturado por los alemanes, dice el 3 de marzo: 
Lo he sabido el 1 de marzo. ¿Existen los demás para nosotros? Querría que no fuese verdad para no sentirme mal. Vivo como en una niebla, pensando en ello siempre pero vagamente. Uno acaba acostumbrándose a este estado, en el que se deja para mañana el dolor verdadero, y así se olvida y no se ha sufrido (291)
La única referencia directa al fascismo la hace en relación al arte fascista, afirmando que estuvo encarnado en la escuela romana formada por periodistas, aventureros, escritores, pintores, etc.
Donde el fascismo vigiló fue en la comunicación entre la inteligencia y el pueblo; tuvo al pueblo a oscuras. Ahora, dice, no hay que ir hacia el pueblo sino “ser pueblo”, vivir una cultura que tenga sus raíces en el pueblo y no en el cinismo de los libertos romanos (363). 
Considera positivo el encuentro entre una cualidad y una cultura preexistente (eso implica adaptarse y comprender, ese es el espíritu griego), rechaza que los pueblos sometan, destruyan o vegeten. Del esfuerzo por adaptarse y comprender, dice Pavese, nació el distanciamiento, la ironía, la plasticidad, la racionalidad, la libertad individual. Los otros pueblos no salieron nunca del magma materno (autoctonía, satrapía, esclavitud universal. En arte: fábula y decoración hierática) (373).

Muy interesante el argumento de porqué el escritor no debe vivir de escribir:
 Porque entonces tendría que suministrar la mercancía que le encargasen. Ya no es libre ante sí mismo. En cualquier momento el escritor debe poder decir: no, esto no lo escribo. Es decir, tener otro oficio (378). 
El suicidio 

Desde el inicio del diario, Pavese habla del suicidio como una posibilidad concreta y próxima para acabar con el sufrimiento y la angustia existencial que lo corroe. 
El último año de vida, 1950, es un camino cuesta abajo motivado por su propia evolución personal de sufrimiento existencial e inadaptación a lo que se unirá una nueva decepción amorosa con la actriz norteamericana Constance Dowling (Nada. Tengo carbón en el cuerpo, brasas bajo las cenizas. ¿Por qué, Connie, por qué? (409). 

Resulta triste y opresivo ver como desde el primer día del año habla ya de suicidio, hace balance del año antes de tiempo y toma la decisión dejándolo por escrito en su última anotación el día 18 de agosto. 

1 de enero

Roma calla. Ni las piedras ni las plantas dicen gran cosa. Aquel invierno estupendo; bajo el sereno pungente, las bayas de Leucò. La historia de siempre. También el dolor, el suicidio, creaban vida, estupor, tensión. En el fondo, en todos los grandes períodos has sentido siempre la tentación suicida (…)
La idea del suicidio era una protesta de vida. ¡Qué muerte no querer morirse! (399).
Ahora, a mi modo, he entrado en el remolino: contemplo mi impotencia, me la siento en los huesos, y me he comprometido en la responsabilidad política, que me aplasta. La respuesta es una sola –suicidio (411).
Los suicidios son homicidios tímidos. Masoquismo en vez de sadismo (414).

18 de agosto

La decisión estaba tomada:
Todo esto da asco. No palabras. Un gesto. No escribiré más (415, últimas palabras escritas). 

Un balance… 

Al tratarse de un Diario muy introspectivo, su lectura resulta a veces pesada, da la impresión de girar sobre sí mismo sin encontrar salida a sus angustias. Sin embargo sus reflexiones literarias y políticas suelen ser ricas y profundas, pensamientos de un hombre en permanente crisis y con pocas habilidades para afrontar las dificultades amorosas (U-topía). 

A favor de la obra, la constancia que ha tenido Pavese en mantener el ritmo del diario, al mismo tiempo que completaba su propia obra poética y literaria, el valor de dejar algunos sentimientos crudos, casi con desesperados gritos, sobre su sufrimiento amoroso al declarar su impotencia sexual y sus tendencias suicidas. No me lo puedo imaginar riendo o cantando de alegría. En contra, la incapacidad de ofrecer una exposición ordenada de sus análisis literarios, hubieran servido como un buen texto educativo (Carlos).

viernes, 18 de marzo de 2016

EL JODER Y LAS PORQUERÍAS





 La verdadera fiesta para una mujer no es irse a la cama y gozar del miembro, sino acariciar a un fulano y hacerse acariciar y encapricharse y negarse. Este placer se vuelve luego delirante si ese fulano está desesperadamente enamorado. Y se comprende: al joder, se jode y basta –una mujer tiene todo que perder pero, pero haciendo porquerías, se goza con los sentidos, se subyuga al hombre, se triunfa de su deseo, se crece en valor sexual y se sabe que mañana, si se quiere, se podrá echar un polvo. Cosa que no es tan segura para el hombre.
CESARE PAVESE: El oficio de vivir, p. 93
Cuando leí este fragmento quedé impactada por el tono. Un escritor como Pavese es capaz de una finura impresionante cuando habla de literatura, de escritores, de técnica… y sin embargo, habla de sexo con zafiedad y coloca a la mujer en una posición de “eva” pecadora, de mujer fatal, de egoísta, de enemiga del hombre.
Mucho se ha especulado sobre la disfunción eréctil de Pavese y el efecto letal que causó en el escritor por el miedo al fracaso en un espacio que valoraba mucho: la cama. 
Las mujeres son un pueblo enemigo, como el pueblo alemán (336).


viernes, 11 de marzo de 2016

ENRIQUE VILA-MATAS, París no se acaba nunca

No había leído nunca a Vila-Matas. No sé por qué nunca se había cruzado en mi camino, así que hace unos meses vi en la sección de bolsillo de mi librería habitual esta novela y la compré. Sin embargo se quedó en la extensa estantería de pendientes, no me llamaba la atención. Fue un comentario de Krapp, en el que hizo una referencia a Vila-Matas, la que me llevó a cogerlo y a encontrar el hueco para leerlo.

Las primeras páginas me desorientaron…
No sé con qué fundamento, me había hecho a la idea de que las novelas de Vila-Matas eran “otra cosa”, que iba a encontrar una novela de ficción clásica. Y no, no fue así. El principio me desorientó porque el autor juega respecto a qué es el texto, si se trata de una conferencia sobre la ironía literaria para un simposio en El Puerto de Santa María o si se trata de una novela:
¿Soy conferencia o novela? (83).
Desde luego la ironía está muy presente en París no se acaba nunca, una ironía que el propio autor califica de benévola, compasiva. Una ironía que se mueve entre la desilusión y la esperanza, sin ferocidad (17). Ironía que aplica a los dos años que el autor pasó en París donde se instaló, en 1974, en una pequeña chambre que le alquiló Marguerite Duras. Años de aprendizaje en los que Vila-Matas confiesa que no aprendió mucho.


¿Qué es, pues, París no se acaba nunca?
Es un libro sobre libros, lo que se llama Metaliteratura, es decir, un ejercicio de reflexión literaria que aparece en la propia obra literaria y aporta luz a la misma. Vila-Matas es un personaje más en la novela, así como otros escritores, especialmente Hemingway y Duras, con lo que la ficción y la realidad se entremezclan y la línea que las separa es muy fina. El amor a los libros es protagonista puesto que la literatura es el centro temático del propio argumento de la historia, en concreto, la escritura de su primer libro, La asesina ilustrada. Gertrude Stein, Roland Barthes, Georges Perec (este último autor hace tiempo que lo tengo pendiente y una de sus obras está en mi estantería), Julio Ramón Ribeyro y otros muchos, aparecen a lo largo de las páginas, incitándonos a buscarlos y, naturalmente, a leerlos.
En esa fina línea entre ficción y realidad, Vila-Matas se muestra de joven y se autoaplica la ironía provocando momentos divertidos como cuando explica que se compra dos pares de gafas y una pipa para hacerse el bohemio en las terrazas de los cafés parisinos o cuando habla de su propia familia que es quien le financia su estancia en París.

La segunda parte de la novela me ha encandilado
Una vez que comprendí que no era una novela de ficción al uso y me “orienté”, ha sido una delicia descubrir de la mano de Vila-Matas sus reflexiones llenas de fino humor sobre literatura, escritores, vecinos de rellano o del barrio, cine, rock o visitas a la Barcelona inmediatamente posterior a la muerte de Franco. En paralelo está también la visita a París que hizo treinta años después, en agosto de 2002, acompañado de su compañera Paula y con la distancia que produce la edad y las experiencias posteriores.

Mi fragmento favorito…
Dudaba mucho, eso está claro. No era algo que fuera especialmente malo, pero me faltaba saber que no lo era. Sufría dudando tanto y podría haberme ahorrado el desasosiego y dudar sin más, sin problema alguno. Ignoraba que dudar es escribir. Lo diría Marguerite Duras en 1995, hacia el final de sus días: “Ya puedo decir lo que quiera, nunca sabré  por qué se escribe y cómo no se escribe. En la vida, llega un momento, y pienso que es total, del que no nos podemos librar, en el que todo se pone en tela de juicio: dudar es escribir” (182).

Tengo tres recomendaciones de Krapp sobre este autor y las buscaré…

viernes, 4 de marzo de 2016

CARLA GUELFENBEIN, Contigo en la distancia

Esta novela no tenía historia detrás pero su lectura la construyó…

Llevaba mucho tiempo leyendo “novelas sin ficción”. Tengo que confesar que he caído rendida en este tipo de literatura y que me ha costado elegir una novela de ficción clásica. Por suerte, tuve el acierto de elegir entre diversas posibilidades que tenía en mis estanterías de pendientes la novela de esta escritora chilena. Pero no eran solo las “novelas sin ficción” las que retenían mi gusto por la ficción, he de añadir a este tipo de literatura, el bucle de lecturas en el que estoy instalada desde hace ya un par de años sobre los acontecimientos históricos sucedidos en la década de 1930 y hasta 1945, con especial interés por comprender e indagar en lo sucedido en la llamada “guerra civil europea”. Ese interés por comprender el aspecto histórico pero también indagar en la naturaleza (¿alma?) humana me ha conducido a los ensayos, la filosofía y los testimonios. Y por ahí sigo, quién sabe hasta cuándo.
Todos estos “inconvenientes” han tironeado de mí alejándome de la ficción, sin embargo Contigo en la distancia me ha absorbido y me ha hecho disfrutar mucho. Solo por ese motivo estoy contando esta historia que su lectura ha contribuido a construir sin que existiera previamente.


¿Una novela de amor e intriga?
Así aparece catalogada en la contraportada. Es un buen anzuelo si la historia tiene calidad en cuanto a la trama, sus personajes están bien construidos y el estilo está cuidado y es eficaz a la hora de contarnos la historia.
La autora ha sabido construir varias historias de amor, enigmas que nos atrapan y varios personajes de gran personalidad, especialmente la protagonista, Vera Sigall, alrededor de la cual giran el resto de personajes: Horacio, su pareja durante unos años; su hijo Julián; Daniel, un joven que intima con ella cuando Vera es ya una famosa y anciana escritora; la extraña y peculiar Emilia que investiga la obra de Vera; y otros personajes menores que aportan su grano de arena.
Carla Guelfenbein escribe bien y construye una novela en la que todas las historias se entremezclan con pericia para crear interés por saber cómo se resuelve la intriga.

La trama y el título…
El evocador título, que evoca amores imposibles, está basado en una canción de César Portillo de la Luz,Contigo en la distancia.

La trama está dividida en tres partes de la que la más extensa es la segunda. En la primera parte se presenta a casi todos los personajes importantes y su relación con Vera, el accidente que la dejará inconsciente y conectada mecánicamente. La segunda parte retrocede en el tiempo y, a través de Horacio conocemos su relación con Vera y su influencia en la obra literaria de este. La posibilidad de que el accidente de Vera sea provocado le añade misterio a los acontecimientos, concluye con su muerte sin llegar a despertar. En esta parte cobra relevancia la relación entre Daniel y Emilia. En la última parte sabemos que el relato de Horacio es un manuscrito enviado a Emilia y que venía desgranándose desde el inicio de la segunda parte. En esta parte se resuelven los enigmas construidos en las dos partes anteriores y que no desvelaré.
Una sorpresa personal que ha impedido que no me haya alejado mucho de mi bucle es que Vera es judía y sobrevuela en algunos momentos el horror de lo ocurrido en el Holocausto. He podido saber también que existe una placa en el boulevard de Grenelle nº 8, en París, dedicada a los 13.152 judíos  que sacados de sus casas en julio de 1942 fueron llevados al Velódromo de Invierno y enviados a Auschwitz. He visitado muchas veces París, la ciudad europea que conozco mejor, sin embargo no conocía esta placa, pero la visitaré sin duda alguna en el próximo viaje.


La protagonista…
Uno de los atractivos de esta novela es la protagonista, Vera Sigall:
Sus ojos eran escrutadores, alertas, pero a la vez indiferentes, casi crueles. Contemplaba a sus interlocutores, y luego pasaba la mirada por el césped, por los álamos, el cielo y los pájaros graznando a lo lejos. Tenía la nariz prominente y fina, pómulos salientes, labios gruesos en una boca ancha, ojos rasgados y felinos (…). Poseía una de esas bellezas llamativas, que en una mujer menos misteriosa no me habría causado curiosidad  (88).
Sabemos al final de la novela, en los Agradecimientos, que la vida de Clarice Lispector está entretejida en esta novela con la de Vera Sigall y con la mía (353). Esta referencia me recordó la descripción que hice de esta escritora cuando comenté una de sus obras.

El personaje de Vera está lleno de misterio, atractivo, riqueza de matices, inteligencia, creatividad y valentía. Todos estos elementos hacen que los demás personajes pivoten alrededor de su personalidad pese a que sabemos de ella por su pasado al quedar en coma tras el accidente.

Mis fragmentos favoritos:

Sobre el nombre:
Recordé lo que tú decías. Que al pronunciar un nombre, unos hilos invisibles nos unen a la persona que nombramos (159).
Sobre la felicidad:
Pensé que la felicidad llega por los caminos más extraños. A su propio aire. No hay forma de convocarla, ni esperarla. Puede aparecer, como no hacerlo nunca (163).
Sobre los recuerdos:
Ya lo enunciaban los griegos: la memoria se ancla a los lugares para poder sobrevivir. Sitios que el alma crea para poder guardar sus recuerdos (337).

Una buena novela.