viernes, 30 de enero de 2015

CÉSAR PÉREZ GELLIDA, Memento mori.

No recuerdo la razón de la compra de esta novela. Estoy casi segura de no haber leído ninguna reseña en los blogs que visito y no está apuntada en mi libreta, así que es probable que fuera una recomendación de mi librera. Dejémoslo así.


Memento mori, “Recuerda que morirás”, hace referencia a lo efímero de la vida tal y como recuerda el autor en una nota de la página 22. Un título que puede interpretarse desde muchos puntos de vista además del más evidente cuando un asesino en serie ronda la ciudad, en este caso, Valladolid.
César Pérez Gellida nació en Valladolid en 1974. Licenciado en Geografía e Historia se dedicó, sin embargo, a diversos trabajos relacionados con la dirección comercial, marketing y comunicación. En 2011 decidió trasladarse con su familia a Madrid para dedicarse en exclusiva a su carrera de escritor. Esta novela fue publicada en 2013.


Hacía unos meses que tenía la novela en casa aunque no tengo los siguientes de la trilogía, lo elegí porque necesitaba enfrascarme en una novela entretenida en unos días que he viajado bastante en tren. No me ha decepcionado puesto que la trama está tan bien tejida que me ha acompañado perfectamente mientras el tren avanzaba a toda velocidad a su destino. 
Desde el principio sabemos quién es el asesino, Augusto Ledesma, y el policía que intentará descubrirlo, Ramiro Sancho, por tanto, no es descubrir al asesino el objetivo de sus 582 páginas sino saber sus motivaciones para matar. 
La novela está dividida en treinta capítulos cuyos títulos están entresacados de letras de canciones de Bumbury. La música tiene un gran protagonismo ya que el asesino es un auténtico melómano tal y como muestran las 21 canciones que forman la banda sonora de la novela.
El autor utiliza un  narrador omnisciente y unos capítulos son contados desde el punto de vista del asesino y otros desde el del inspector Ramiro Sancho. En todo momento sabemos, por las referencias dadas al principio del capítulo, el escenario y la fecha en la que se desarrollan los hechos.
La trama sigue un ritmo rápido e intenso y los personajes están bien definidos y resultan atractivos por sus peculiaridades, especialmente el medio ruso, medio español, Carapocha, psicólogo y especialista en construir perfiles de los asesinos en serie.
La novela tiene muchas referencias literarias, así como múltiples términos latinos como el que da título a la novela y que son aclarados en sucesivas notas a pie de página.
Cuando llegó al lomo de Ulysses, de James Joyce, detuvo su periplo visual para sacarlo de la estantería. Era un libro único, muy especial para Augusto. Al cumplir los diecisiete años, su padre adoptivo se lo dejo encima de la cama con una nota que todavía tenía guardada y que decía: “Si consigues digerir este libro, sabrás cómo se comporta el ser humano y estarás preparado para dirigir tu vida” (p. 137).

¿Se trata de una novela negra? Yo diría que no. Es cierto que tenemos dos planos de Valladolid en el interior de la portada y la contraportada,  los personajes se mueven por la ciudad, sus viviendas están localizadas en los barrios vallisoletanos, los bares u otros establecimientos también adquieren protagonismo, sin embargo poca cosa sabemos de esta ciudad más allá de los nombres. Solo un secundario, Carapocha, introduce aspectos del trasfondo político europeo. Si a esta ausencia de trasfondo político-social añadimos el perfil de policía bueno del pelirrojo Ramiro Sancho, todo parece indicar que es más una novela policíaca que no negra. Sin embargo vuelve a ser Carapocha y algún otro policía los que no separan tan claramente el campo de los “buenos” y de los “malos”. El final abierto redunda en favor de la idea de que el “bien” no siempre triunfa sobre el “mal”, aunque el malo es malo malísimo. Por otro lado este final tiene lógica puesto que estamos ante una trilogía.
  

viernes, 23 de enero de 2015

PATRICK MODIANO, En el café de la juventud perdida.

Tengo que confesar que pese a su currículo de premios anteriores al Nobel, no lo había leído. Este premio y alguna reseña leída a Marcelo Z, aunque no de esta novela, me han impulsado a su lectura.

Esta obra, En el café de la juventud perdida, es breve, 131 páginas, pero intensa. Su título está entresacado de Guy Debord (1931-1994), filósofo, escritor y cineasta francés que perteneció a la Internacional Situacionista, organización de artistas e intelectuales revolucionarios vinculada al consejismo obrero de pensadores como Anton Pannekoek, Rosa Luxemburg y de Georg Lukács. Modiano inicia el libro con este fragmento de Debord:
A mitad del camino de la verdadera vida, nos rodea una adusta melancolía, que expresaron tantas palabras burlonas y tristes, en el café de la juventud perdida.

Por su tema no puedo dejar de pensar que, de alguna manera, está vinculada también a Proust y su magna obra En busca del tiempo perdido, con lo que parece que una obra me lleva a otra en la que las reflexiones y preocupaciones giran en torno a los mismos temas (acabo de comprar, para reafirmar lo dicho, la obra de Norman Manea, El té de Proust. Cuentos reunidos).


Patrick Modiano nació en Francia en 1945, fecha que marca el final de la II Guerra Mundial y que influyó decisivamente en su vida y en su literatura. Su padre, Albert Modiano, era descendiente de una familia de judíos italianos que se instaló en Salónica, desde donde emigraron a París y su madre era la actriz belga Louisa Colpijn. Se conocieron durante la ocupación alemana de Francia y por ello tuvieron que ocultarse, casándose en noviembre de 1944. Patrick fue su primer hijo y, aunque no vivió la guerra, la consideró como su prehistoria personal y un periodo confuso y vergonzoso de la historia de Francia, razón por la cual sus tres primeras novelas, escritas entre 1968 y 1972, están situadas en ese escenario y consideradas como una especie de trilogía de la ocupación. La obra que comentamos en esta reseña fue publicada en 2007.


Hay novelas que empiezan de forma extraordinaria desde la primera página, este es el caso  de En el café de la juventud:
De las dos entradas del café, siempre preferí la más estrecha, la que llamaban la puerta de la sombra. Escogía la misma mesa, al fondo del local, que era pequeño. Al principio, no hablaba con nadie; luego ya conocía a los parroquianos de Le Condé, la mayoría de los cuales tenía nuestra edad, entre los diecinueve y los veinticinco años, diría yo. En ocasiones se sentaba en las mesas de ellos, pero, las más de las veces seguía siendo adicta a su sitio, al fondo del todo (p. 9).

Este inicio, que completa la primera página con otro párrafo, me hizo pensar que estaba ante una bella novela, breve, intensa y sencilla de leer, sin embargo fue una sensación engañosa y pronto tropecé en el falso error y en la página 35 tuve que volver atrás porque me había perdido. No quiero afirmar con ello que se trate de una novela difícil, pero sí que se ha de prestar atención porque su estilo narrativo y su argumento son peculiares. El autor traza los rasgos de Louki (Jacqueline), desde el primer fragmento reproducido, una joven parisina en los años sesenta, y por medio de diversos narradores componen el retrato de esta mujer que no pasaba desapercibida para ninguno de los habituales clientes del café Le Condé. De esta manera, a través de retazos, se va recomponiendo la vida de la joven, del café (y de sus clientes: escritores, artistas, fotógrafos y otros personajes) y de la propia ciudad de París.
A mí nunca me ha parecido el otoño una estación triste. Las hojas secas y los días cada vez más cortos nunca me han hecho pensar en algo que se acaba, sino más bien en una espera de porvenir. Hay electricidad en el aire de París en los atardeceres de octubre, a la hora en que van cayendo la noche. Incluso cuando llueve. No me entra melancolía a esa hora, ni tengo la sensación de que el tiempo huye. Sino de que todo es posible. El año comienza en el mes de octubre. Empiezan las clases y creo que es la estación de los proyectos. Así que si Louki vino a Le Condé en octubre fue porque había roto con toda una parte de su vida y quería hacer eso que llaman en las novelas PARTIR DE CERO (p. 21).

Modiano no recupera solo el tiempo pasado, ¿perdido?, sino que introduce un componente de misterio al querer despejar qué le ocurrió a Louki.  De esta manera transitan varios narradores, incluida la propia joven, que van desvelando las claves de su vida desde la infancia, y sus primeras escapadas nocturnas aprovechando la libertad que le proporcionaba la ausencia de su madre, que trabajaba en el Moulin Rouge hasta altas horas de la madrugada. Después su temprano matrimonio y su amistad con otra joven que transitaba por el borde del precipicio y, por último, su amor por Roland.
Según vas contando esa vida imaginaria, fuertes ráfagas de aire fresco cruzan por un lugar en el que llevabas mucho tiempo asfixiándote. Se abre una ventana de repente y el aire de alta mar hace que golpeen las contraventanas. Vuelves a tener el porvenir entero por delante (p. 29).

Todo este conglomerado de piezas compondrá el puzle de su vida y de su destino, una vida plagada de huidas:
No era de verdad yo misma más que mientras escapaba. No tengo más recuerdos buenos que los de huida o de evasión (p. 84)

La huida y el miedo a que el pasado reaparezca en cualquier momento y descubra la evasión que recupera momentos de felicidad. El tema de la novela plantea muchos interrogantes sobre el pasado y cómo condiciona el pasado, sobre la posibilidad de re-crearse a una misma y abrir la ventanas lanzando el lastre del pasado, sobre la imposibilidad de tal liberación  y que todo vuelva a empezar igual que antes, el Eterno Retorno.

Modiano logra además narrar esta peculiar historia con un ritmo y con una belleza en la palabra muy notable.

viernes, 16 de enero de 2015

KADER ABDOLAH, El reflejo de las palabras.

Esta novela la compré en edición de bolsillo hace muy poco tras leer  la reseña que, a finales de octubre del 2014, hizo Agnieszka. El tema me atrajo de inmediato y decidí adelantar su lectura pese a los muchos que tengo en espera en la estantería.


La novela tiene 343 páginas a las que hay que sumar un pequeño glosario y una nota con la procedencia de algunos textos que se reproducen en la obra. El título no hace más que recoger la importancia que tienen las palabras en esta novela, especialmente porque Aga Akbar, el protagonista de la obra junto a su hijo Ismail, es sordomudo, no habla, por tanto, pero sí escribe utilizando signos cuneiformes tomados de unos textos que conoce desde niño en la cueva del monte sagrado  del Azafrán en Irán.
Kader Abdolah (cuyo verdadero nombre es Hossein Sadjadi) nació en Irán en 1954. Estudió Física en la Universidad de Teherán y participó en la resistencia estudiantil contra el Sah de Persia desde una organización de izquierda de ideología marxista. Su lucha continuó cuando se produjo la llegada al poder del ayatolá Jomeini en 1979, tuvo que huir de su país en 1988 y encontró asilo político en Holanda, donde reside desde entonces. Colaborador del diario más importante de Holanda, De Volkskrant, fue galardonado con el Dutch Media Prize por sus columnas periodísticas. Ha escrito varias novelas entre las que se encuentra El reflejo de las palabras (2000), su quinta novela.


Dos aspectos me han conquistado de esta novela, la historia particular de una familia iraní que procede de una pequeña aldea y la agitada historia de Irán en el siglo pasado. Enseguida sabemos que la clave de la historia particular está en los pasos que dará Ismail, hijo de Aga Akbar, por descifrar los apuntes secretos de su padre que le llegan a Holanda a su muerte. El autor enseguida presenta quién narrará la obra: 
Somos dos: Ismail y yo. Yo soy el narrador omnisciente. (…)Aunque soy omnisciente, no puedo leer esos apuntes.Contaré sólo la parte de la historia que precede al nacimiento de Ismail. Dejaré que él mismo relate el resto. Pero al final volveré, pues Ismail no es capaz de descifrar la última parte de las notas de su padre (p. 12).

Aga Akbar nace de Hayar, una mujer humilde, y de un príncipe que solo le deja en herencia un largo nombre del que siempre se sentirá orgulloso. Será reparador de alfombras y poeta. Se esforzará por comunicarse pese a que no puede hacerlo por el sistema habitual del habla. Desde su desconocimiento del ancho mundo y la sabiduría de las cosas sencillas, Akbar muestra las posibilidades del ser humano para superar las limitaciones y la estrecha relación que construye con su hijo Ismail.
Nadie sabía cuándo se sentaba a escribir. Y menos aún sobre qué. El cuaderno se había convertido en parte de su persona, estaba inseparablemente unido a él, como su corazón, que bombeaba sin que nadie reparara en ello. Pero Ismail sí sabía cuándo escribía su padre, cuando necesitaba plasmar las cosas que no comprendía y que no alcanzaba a explicar con su lenguaje de gestos. Cosas inalcanzables, incomprensibles, impalpables, que de pronto lo conmovían y que se quedaba contemplando impotente (p. 88).

A Akbar le parecían incomprensibles el amor, pero también la muerte o la luna, la lluvia y el sol. En Ismail encuentra su apoyo, el medio para comunicarse mejor con el mundo. A su vez Ismail encontrará en su padre una visión sencilla (que no simple) de la vida y su presencia se convertirá para él en imprescindible. El exilio al que se verá abocado por motivos políticos convertirá en vital el descifrar los cuadernos de su padre reinventando su memoria y con ella la de toda su familia. La recuperación de la memoria se presenta como relevante para el pueblo iraní en el convulso siglo XX. La novela dibuja los rasgos principales de la historia que marcó la evolución de este país desde las ideas modernizadoras impuestas por el militar Mirza Reza Pahlevi, la continuación totalitaria de su hijo Muhammad Reza Pahlevi con su papel de fiel aliado de EUA en el juego de la guerra fría contra la cercana URSS y, por fin, el régimen fundamentalista de los clérigos liderados por Jomeini. La lucha desde la izquierda laica contra unos y otros, buscando un sistema más justo para el conjunto de la población, la represión, las torturas y el exilio, son elementos que sin quitar protagonismo a la historia familiar la dotan de una dimensión más global.

Kader Abdolah escribe bien, relata con minuciosidad, con ternura, con delicadeza, pero también con exactitud y brevedad cuando es necesario. Por ello la lectura te va atrapando de forma sutil y sus personajes, a veces de una sencillez extraordinaria, te hacen sonreír o te entristecen con sus cuitas. Un autor para repetir.

viernes, 9 de enero de 2015

ALEMANIA, UN PELIGRO PARA LA DEMOCRACIA EUROPEA


Trato de preservar este rincón de la realidad refugiándome en la literatura. Procuro taponar cualquier fisura por la que puedan entrar  temas que se alejan de la belleza, la reflexión, el intercambio de comentarios sobre libros y las buenas maneras. Trato de construir, sin muros ni barreras una especie de falansterio fourelibriano. Y no es que la realidad no me interese, es que quiero preservar este lugar de ella. Sin embargo los ataques de realidad son cada vez más furibundos y agresivos y su propietaria debe responder para liberar mala leche y volver a sus libros.
El título de este escrito es contundente, aún lo era más puesto que el primero llevaba un añadido: “Alemania, de nuevo un peligro para la democracia”. Ese de nuevo lleva una carga de profundidad que he decidido eliminar del título y de mi reflexión. Y es que la gigantesca Alemania, a través de sus representantes políticos elegidos por la población, amenaza a la liliputiense Grecia con darle una patada y sacarla de la zona euro si gana Syriza. De momento, la troika, formada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), la CE y el Banco Central Europeo (BCE), han suspendido los próximos desembolsos de ayuda y las negociaciones con Atenas hasta que haya un nuevo Gobierno a partir de las elecciones del 25 de enero. Podríamos pensar que Grecia representa un porcentaje muy elevado de la población de la UE y que un partido de izquierdas como Syriza puede hacer tambalear al conjunto. Pero no, no va por ahí la cosa porque Grecia tan solo, y por eso lo de liliputiense, representa el 2,2 % de la población de la UE y todos los datos económicos van en relación con este porcentaje de población.


Alemania, el gendarme de la UE, habla sin saber qué opinan los 27 países restantes de la Unión. Habla y dictamina que Grecia es la mayor amenaza a la estabilidad de la UE porque sus ciudadanos pueden decidir, si no se rinden a las amenazas de la troika, que el partido que mejor les representa es Syriza. A Alemania no le parece amenazador el auge de la extrema derecha en Europa y que uno de estos partidos, el Partido Nacional de Marine Le Pen, ganara las últimas elecciones europeas. No le parece amenazador que en su propio país el movimiento Pegida (acrónimo de Patriotas Europeos) lleve convocando a miles de personas, en los últimos tres meses, por diversas ciudades alemanas en una auténtica marea islamófoba. No le parece amenazador el auge del nacionalismo tintado con ideologías diversas en Europa. No le preocupa la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (ATCI), conocido en lengua inglesa como Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP) que aumentaría el poder de las grandes empresas, desregularizaría los mercados rebajando más aún la protección social y medioambiental, se limitaría, más aún, la capacidad de los gobiernos para legislar y, por tanto, amenazaría las reglas democráticas. No le preocupa la corrupción, el crecimiento de las tasas de paro y pobreza en algunos países europeos, ni la emigración de sus jóvenes por soportar tasas de paro elevadísimas, no le preocupa la falta de cobertura sanitaria a los más desfavorecidos por la privatización de ésta, ni el deterioro de la enseñanza pública por los recortes impuestos por la troika.


Le preocupa que gane Syriza porque este partido dice, entre otras cosas, que realizará una auditoría sobre la deuda pública, renegociará su devolución y suspenderá los pagos hasta que se haya recuperado la economía y vuelva el crecimiento y el empleo. Le preocupa porque dicen que subirá el impuesto de la renta al 75% para todos los ingresos por encima del medio millón de euros anuales, abolirá los privilegios fiscales de los que disfruta la iglesia y los armadores de barcos y combatirá el secreto bancario y la evasión de capitales al extranjero.
No confío en estos partidos de nuevo cuño, menos en los de viejo, por motivos que no vienen ahora al caso, pero es obvio que no son ellos la amenaza para la democracia sino quienes, hablando en su nombre, coartan, extorsionan, amenazan y pretenden influir en los ciudadanos/as griegas para que voten en una determinada dirección que beneficia a las finanzas alemanas y a la troika europea.

PDT: Esta entrada estaba escrita y programada cuando se produjo el atentado de París. Un atentado atroz por lo que contiene de fanatismo contra la libertad de expresión. ¡Qué difícil es el combate entre palabras y armas, entre humor y fanatismo! No confundamos fundamentalistas con musulmanes y mantengamos siempre vivas la libertad y la crítica política (religiosa o de cualquier otro tipo) a través del humor. 
#LápicesContraFanatismo
#YoSoyCharlie

viernes, 2 de enero de 2015

TOM SPANBAUER, El hombre que se enamoró de la luna.

Cuando leí la referencia a este libro que Yossi Barzilai  hizo en el resumen de lecturas de octubre, decidí, en parte por su bello título, buscarlo y darle prioridad.
Mentiría si dijera que ha respondido a las expectativas que, más por un palpito que por la referencia leída, construí temerariamente. Falsearía la realidad si dijera que me ha decepcionado. Más bien he transitado, a veces, en el entusiasmo, y a veces en la monotonía. Pero no entro aún en materia porque faltan algunos datos de interés.


La novela, en edición de bolsillo, tiene 453 páginas divididas en cuatro capítulos que empiezan con el famoso hubo una vez… y el epílogo. Uno de los personajes principales de la novela, Dellwood Barker, se enamoró de la luna. La luna y su lenguaje: mi respiración, los latidos de mi corazón. Porqué ¿cuál es el idioma de la luna? ¿El corazón o la mente? Sin desvelar la respuesta que cada lector/a tiene que descubrir, lo cierto es que la mente puede destruir el corazón, ahora bien…
La historia dice que si vives tu vida sin traicionar a tu corazón, encontrarás un lugar (…) al que poder ir cuando mueras, y que podrás contar la historia de tu vida en voz alta a la naturaleza, que te escuchará. La muerte esperará hasta que hayas terminado con tu canción, con tu baile y con todo lo que tengas que hacer para poder contar tu historia.Cuando cuentes tu historia entenderás lo que has conocido. Y eso, el conocimiento comprendido, es la mejor sensación posible (p. 159).

Tom Spanbauer nació en Idaho (EUA) en 1946, su familia, de origen alemán y de religión católica, se dedicaba a la agricultura.


Su escritura forma parte de la llamada escritura peligrosa cuyo nombre hace alusión al hecho de escribir sobre temas que causan miedo o vergüenza en el escritor, con el objetivo de explorarlos y expresarlos de la manera más sincera posible, por lo que suelen ser narraciones en primera persona.

La historia la cuenta Cobertizo, un huérfano de padre desconocido y madre india que morirá cuando él es aún un niño. Este personaje cuenta la historia de las personas que amó y que se convirtieron en su familia: Dellwood Barker, un cowboy de ojos verdes que cautiva a Cobertizo, y dos prostitutas: Ida Richilieu y Alma Hatch. La acción transcurre en Excellent (Idaho) entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Una época en la que EUA ya ha fijado sus fronteras y comienza su expansión imperialista, un momento en que el oeste americano ha sido definitivamente conquistado a los indios autóctonos y ese mundo de cowboys empezaba a declinar.

Quizás por esa búsqueda de la escritura peligrosa Spanbauer introduce pasajes de difícil interpretación que nos obliga a ralentizar el ritmo de lectura para desentrañar el significado de dichos fragmentos. Destaca también la total libertad con la que el autor construye la historia de sus personajes principales y, por último, resulta clave en la trama reflejar las sensaciones, los momentos vividos. La misma libertad que el autor otorga a sus personajes nos la da a los lectores/as que, como sujetos activos, vamos fijando las características de cada uno de ellos ya que el autor no los define ni los juzga.
El cuerpo de Alma era zarzaparrilla o azúcar o un pastel. Algo tan dulce, rosado y pegajoso que te impregnaba entero. Algo con lo que una vez que empezabas no podías parar hasta empacharte. Y en todo momento olía a rosas… rosas mezcladas con olor a mujer. Alma Hatch siempre se ponía agua de rosas. Detrás de las orejas, debajo de los brazos, en las muñecas. (…) Rosas de color rosa. No rojas, ni blancas, ni amarillas… rosas. Los pezones eran de color rosa; su agujero, de color rosa; sus labios, rosados. Juro que Alma Hatch no era una mujer blanca. Era una mujer rosa (P. 97).

Desde mi punto de vista cae en la reiteración a la hora de explicar las emociones de los protagonistas, no he podido librarme de la sensación de que leía lo mismo varias veces.  Un “pero” que puede deberse al momento en que la he leído, un momento de mucho trabajo y tensión, o quizás nada tenga que ver con ello y sea el mayor defecto de la obra.