sábado, 19 de octubre de 2013

IMPONDERABLES Y MAGGIE O’FARRELL, Instrucciones para una ola de calor.

QUINT BUCHOLZ

Un imponderable es  un elemento, circunstancia o hecho que sucede de manera inesperada e inevitable y tiene consecuencias que no se pueden conocer o precisar. Siempre me ha hecho reflexionar la influencia que tienen en nuestra vida los imponderables: un encuentro fortuito, un accidente, un cambio de residencia, una ola de calor. ¿La vida es un conjunto de imponderables que vamos afrontando y resolviendo según sabemos y podemos? ¿Nos abrimos a las posibilidades y sorpresas de los imponderables o preferimos planificar nuestra vida al milímetro para cerrarles el paso?
Me resulta difícil planificar la vida para prever todo lo que sucederá y resolverlo con anticipación. Prefiero el riesgo de dejar que los imponderables me sorprendan y reten mi capacidad de reacción (sé que no siempre son positivos y agradables). Me encantan las sorpresas y las posibilidades, las contingencias, las probabilidades, las eventualidades, las casualidades, las ocasiones que presenta la vida, en definitiva.
En esta novela, una sorprendente ola de calor en Inglaterra es el imponderable.



MAGGIE O’FARRELL, Instrucciones para una ola de calor.
El libro ha llegado a mis manos por recomendación de mi librera R., a las dos nos gusta hablar de libros y, a ella, del mundo editorial. No suele adoptar la posición de recomendar, al menos conmigo. Sólo si elijo una novedad que está segura que no tiene calidad, se las agencia para sugerírmelo y, a veces, dice: sin embargo ésta, ---, me ha parecido una buena novela. Pues este fue el caso de la que reseño a continuación.
Instrucciones para una ola de calor tiene 313 páginas y su título responde a la ola de calor que padeció Londres en el verano de 1976 y las consiguientes medidas recogidas en la “Ley de emergencia contra la sequía”, que fue aprobada ese año, sobre el agua y la situación de emergencia que se podía producir. Algunas de estas medidas  aparecen en el inicio de cada capítulo.
Maggie O’Farrell nació en 1972 en Irlanda del Norte y es periodista y escritora. Debutó como novelista con After You’d Gone (2002) y ha publicado cuatro novelas más, incluida ésta última que aquí se reseña.


Instrucciones para una ola de calor está dividida en cuatro capítulos, los cuatro días, del 15 al 18 de julio de 1976, en que Robert Riordan permanece desaparecido de su hogar en Highbury, Londres. La novela concluye en Irlanda donde su mujer Gretta y sus tres hijos, Monica, Michael Francis y Aoife, lo encuentran.
La novela va desvelando las relaciones amorosas y familiares de los personajes protagonistas y una trama de secretos que introducen en la trama misterios por desvelar. Aun cuando la novela se centra en las múltiples concesiones y compromisos que se tienen que ir haciendo a lo largo de la vida en la familia y con la pareja y los hijos, está escrita a ritmo de thriller y aunque  
empieza como si fuera una novela costumbrista de una familia irlandesa emigrada a Inglaterra, enseguida va creando interrogantes que te mantienen en vilo para ver por dónde se van resolviendo.

Pero Gretta guarda una extraña inmovilidad. Y Monica conoce esa curvatura hacia debajo de la boca, esos párpados algo entornados. Es el gesto que compone cuando ha oído alguna palabrota, cuando se la reprende por alguna compra absurda, cuando le piden que dé cuentas del paradero de alguno de sus inútiles parientes. El gesto que compone cuando se dispone a reinventar, a editar, a dar una versión revisada y corregida de una conversación, un encuentro o un evento de su pasado (p. 250).

La novela está bien escrita y muestra una gran perspicacia para las complicaciones de las relaciones familiares. Aunque muestra la crudeza que puede darse en dichas relaciones, es indudable la ternura que siente por los personajes que construye, especialmente me ha gustado la complejidad de Aoife (Eva en irlandés, un nombre con una sola consonante).

La lista de cosas que no podía hacer parecía interminable. Era incapaz de darle a una pelota, ni cogerla, era incapaz de escribir, incapaz de tocar un instrumento, incapaz de cantar sin desafinar, incapaz de integrarse con la gente, siempre estaba al margen, siempre misteriosamente aislada, extraña, diferente (p. 97).

Las dificultades de adaptación de los católicos irlandeses, y los problemas para ser aceptados en Inglaterra por el terrorismo del IRA con quien los relacionan, queda trazado en pocas pero clarificadoras pinceladas.

Aquello tampoco lo entenderían nunca sus hijos, nacidos en Londres: lo duro que era todo entonces, cuando en Irlanda no había trabajo, cuando no se podía hacer nada, cuando los barcos que transportaban el correo se llenaban de desesperados que acudían a Inglaterra para ganar cuatro perras. Sus hijos creen que lo han pasado mal: cuando se metían con ellos en el colegio, cuando contaban insultantes chiste delante de ellos, cuando los hijos de ciertos vecinos alegaban que sus padres no les dejaban jugar con sucios católicos. Pero no tienen ni idea de lo que significaba ser irlandés en la Inglaterra de aquel entonces, hace mucho tiempo, hasta que punto te odiaban y despreciaban y te faltaban al respeto (p. 241).

Una novela que me ha sorprendido agradablemente, quizás el final está demasiado edulcorado para mi gusto, pero que recomiendo.


Imágenes (excepto la portada del libro) tomadas de google.

miércoles, 16 de octubre de 2013

LA PIEDRA DE LA PACIENCIA



LA PIEDRA DE LA PACIENCIA de Atiq Rahimi (2012) 

La película es una adaptación de la novela del mismo título de Atiq Rahimi, también guionista y director, por la que recibió el premio Goncourt en 2008. Atiq Rahimi combina, por tanto, estas dos facetas de escritor y cineasta.

Nació en Kabul en 1962 y se educó en el liceo francófono Isteqlal y en la Universidad de Kabul, donde se licenció en Literatura. Tras la invasión soviética su familia huyó de Afganistán. El conflicto comenzó en 1978, cuando tuvo lugar la Revolución de Saur, que hizo de Afganistán un Estado socialista gobernado por el Partido Democrático Popular. Fue entonces cuando el gobierno de Estados Unidos inició la «Operación Ciclón» en el contexto de la Guerra Fría, suministrando armas y una amplia financiación a los rebeldes islámicos muyahidines que desestabilizaron el país hasta tal punto que menos de un año después el Consejo Revolucionario solicitó la intervención del Ejército Soviético. 




El exilio le llevó a Francia, donde se doctoró en Comunicación Audiovisual en la Sorbona. Tras licenciarse se centró en la producción cinematográfica y en los años noventa comenzó a escribir. Publicó su primera novela, Tierra y cenizas, en el año 2000, que se convirtió en un éxito de ventas, adaptándola al cine. La piedra de la paciencia es su cuarta novela y la primera que escribió en francés. Rahimi volvió a Afganistán y comenzó a colaborar con el grupo mediático Moby, desarrollando programas y series y apoyando a nuevos directores y guionistas.



La película narra la historia de una mujer en Afganistan que tiene que quedarse en casa a cuidar de su marido, herido en una reyerta y en estado de coma. El marido, mucho mayor que ella, era un héroe de la guerra (no se especifica a qué guerra se refiere de las muchas que han asolado a este país) al que casan con la protagonista, una adolescente de 17 años. Han pasado diez años desde su matrimonio y la joven con 27 años y dos hijas alterna el tiempo que pasa en la casa, evitando a las guerrillas que siguen luchando en la calle, con el tiempo que pasa con su tía, una mujer liberada que se queda a cargo de las niñas. La conversación con el marido en coma se revela como una especie de catarsis liberadora. Me ha recordado a Cinco horas con Mario (1966) de Miguel Delibes y el monólogo-diálogo que Carmen Sotillo entabla con su marido mientras lo vela la última noche. 





Con una excelente interpretación principal de Golshifteh Farahani, la narración resulta un poco monótona pero pese a ello resulta interesante saber quién hay bajo los burkas que convierten a las mujeres en cuerpos dóciles y obedientes del hombre, en fantasmas inexistentes, en bultos andantes. Pero, tras esa obligada invisivilización forzada por un fundamentalismo religioso que siempre se ceba con las mujeres, hay personas que sienten y que se rebelan en silencio de formas diversas, por cada rendija que, una sociedad basada en la violencia de las armas y la religión, puede dejar a las mujeres. La protagonista realiza reflexiones muy interesantes entre el miedo a sus propios pensamientos y la catarsis liberadora que realiza, sobre todo, a través de la palabra y la relación con su heterodoxa tía. Uno de estos pensamientos que la torturan tras decirlos: “Cuando los hombres no saben hacer el amor, hacen la guerra”. 

¿Recomiendo la película? Os dejo en la duda. Ya sabéis que pocas veces una película se sitúa en este espacio central.

Todas las imágenes tomadas de google.

sábado, 12 de octubre de 2013

MILAN KUNDERA, El telón. Ensayo en siete partes.

Este ensayo de Kundera lo he leído por recomendación de Aristos, al que pedí que colaborara en esta reseña explicando los motivos por los que me aconsejó leer esta obra. 

U-topía me pide una razón por la cual le recomendé leer este libro, me he puesto a buscar una entre las cantidades de razones y que pueda, además, caber en la brevedad de una edición blog. 

He encontrado una desde el mismo libro que está entre la pasión de historiadora de Laura, en su intensa exploración y vivencia estética y voracidad de lectora de novelas.


En los comentarios iré complementando otras razones pues el tema es tan fundamental y amplio que acomodarse en tan escasos renglones es toda una proeza ja ja ja. 


Debo añadir que este libro corresponde a una reflexión necesaria y luminosa acerca de la novela hecha por M. Kundera que se complementa con “Los testamentos traicionados” y “El arte de la novela”, trabajos imprescindibles para la discusión y debate actual sobre la función del arte como capacidad humana, histórica y social.


Esta entonces sería una de las tantas razones de mi recomendación:

En El hombre sin atributos (1930-1941), de Robert Musil, Clarisa y Walter, «desencadenados como dos locomotoras que avanzaran una al Iado de otra», tocaban el piano a cuatro manos. «Sentados en sus banquetas, no estaban irritados, enamorados o tristes sinrazón, o bien cada uno por una razón distinta, (…) y sólo «los unía la autoridad de la música (…). Se producía allí una fusión similar a la que se da en los momentos de gran pánico, en que centenares de seres, que en el instante anterior eran del todo distintos, hacen los mismos movimientos, lanzan los mismos gritos absurdos, abren de par en par ojos y bocas (…)». 

Walter consideraba que «esa agitación tumultuosa, esos movimientos emocionales del ser interior, es decir, esa nebulosa turbación de los subsuelos corporales del alma, era el lenguaje eterno que puede unir a todos los hombres».


El telón, publicada en 2005, enlaza muy bien con la reflexión que hace Kundera en El arte de la novela, también recomendada por Aristos.

Este ensayo tiene 202 páginas y está estructurada, como indica el título, en siete partes: Conciencia de la continuidad, Die Weltliteratur, Llegar al alma de las cosas, ¿Qué es un novelista?, La estética y la existencia, El telón rasgado y La novela, la memoria, el olvido.

El título hace referencia a la idea que tiene Kundera de que el telón es la preinterpretación del mundo, éste cuando acude a nosotros en el momento en que nacemos, ya está maquillado, enmascarado, preinterpretado. Y los conformistas no serán los únicos en no darse cuenta; los seres rebeldes, ávidos de oponerse a todo y a todos, no se dan cuenta de hasta qué punto ellos mismos son obedientes; sólo se rebelaran contra lo que ha sido interpretado (preinterpretado) como motivo digno de rebelión (p. 114-115).

Según Kundera será Cervantes, cuando envió a Don Quijote de viaje, quien rasgó el telón y el mundo se abrió ante el caballero andante en toda la desnudez cómica de su prosa (p. 114). Cervantes puso en marcha la seña de identidad del arte de la novela al rasgar el telón de la preinterpretación.

Porque la narración, tal como existe en la noche de los tiempos, se convirtió en novela en el momento en que el autor ya no se contentó con una simple story, sino que abrió de par en par las ventanas al mundo que se extendía alrededor. A la story se unieron otras stories, episodios, descripciones, observaciones, reflexiones, y así el autor se ha encontrado frente a una materia muy compleja, muy heterogénea, a la que, al igual que un arquitecto, ha tenido que dar una forma; y la composición (la arquitectura) adquirió para el arte de la novela, desde el principio de su existencia, una importancia primordial (p. 184).

Intentar comprender la vida es la búsqueda de la novela. En este ensayo Kundera se interroga sobre la historia, la moral, la nación, la creación, el arte, Europa y muchos otros temas. El autor siempre marca como línea argumental, que une las siete partes del ensayo, la idea de que la novela es la mejor manera de conocer el alma humana. Además este ensayo remarca los autores de referencia de Kundera: Cervantes y Rabelais como fundadores de la novela y otros muchos como Flaubert, Tolstoi, Kafka, Musil, Carlos Fuentes, García Marquez, etc., todos ellos unidos, al margen de peculiaridades nacionales, por una zona (Die Weltliteratur, literatura mundial, según Goethe) hecha de palabras y encarnada en la tradición de la novela occidental.

Kundera cuestiona la validez de la historia, y esto me afecta personalmente y me hace pensar:

(…) el hombre queda separado del pasado (incluso del pasado de hace unos segundos) por dos fuerzas que se ponen inmediatamente en funcionamiento y cooperan: la fuerza del olvido (que borra) y la fuerza de la memoria (que transforma).

Es la evidencia de las evidencias, pero es difícil de admitir porque, cuando la pensamos hasta el final, ¿qué ocurre con los testimonios sobre los que descansa la historiografía?, ¿qué ocurre con las certezas del pasado y qué ocurre con la propia Historia, a la que nos referimos todos los días con credulidad, cándida y espontáneamente? Tras el frágil linde de los incontestable (no cabe duda que Napoleón perdió la batalla de Waterloo), se extiende un espacio infinito, el espacio aproximativo de lo inventado, simplificado, exagerado, de lo mal entendido, un espacio infinito de no verdades que copulan, se multiplican como ratas y quedan inmortalizadas (pp. 178-179).


Muy recomendable esta reflexión de Kundera sobre el papel del arte y de la novela.