Estoy en una auténtica encrucijada con este espacio virtual. No puedo dedicarle tanto tiempo pero no quiero renunciar a este intercambio de comentarios que tanto me gusta. Voy probando posibilidades y una ha sido eliminar una entrada, de las tres que hacía en la semana, mis Fugaces Chispas…, sin embargo las echo en falta. No sé cómo iré recuperándolas pero hoy acompañarán como una ligera pompa de jabón a una lectura, para mi, compleja y nada ligera (no quiero decir pesada).
Las pompas de jabón que este niño
se entretiene en soltar de una pajita
son, translúcidamente, toda una fliosofía.
Claras, inútiles y pasajeras como la naturaleza,
amigas de los ojos como las cosas,
son lo que son
con una precisión redondita y aérea,
y nadie, ni el niño que las suelta,
pretende que son más que lo que parecen ser.
Algunas, apenas se ven en el aire claro.
Son como la brisa que pasa y casi no toca las flores
y que sólo sabemos que pasa porque algo se aligera en nosotros
y lo acepta todo más nítidamente.
FERNANDO PESSOA, De El Guadador de rebaños (16).
Somos pompas de jabón
frágiles y efímeras
que van desapareciendo
como por arte de magia
TORO SALVAJE, Pompas de jabón.
FRIEDRICH NIETZSCHE, Ecce Homo. Cómo se llega a ser lo que se es.
El libro me lo ha prestado un compañero de trabajo a petición mía. El interés en Nietzsche se inició tras un intercambio de comentarios con Aristos Veyrud del blog Verde que te quiero Verde.
La obra tiene 169 páginas con una pequeña introducción y notas de Andrés Sánchez Pascual. En la fotografía está con un punto de lectura que me traje de Vicenza y que corresponde al Teatro Olímpico de Andrea Palladio. El título hace referencia a la frase latina que se traduce como “este es el hombre” o “he aquí el hombre”. Se trata, según el Evangelio de San Juan (19.5), de las palabras pronunciadas por el gobernador romano Poncio Pilato cuando presentó a Jesús de Nazaret (flagelado, atado y con la corona de espinas) ante la muchedumbre hostil con el objeto de conocer el veredicto final sobre su persona, pues por su parte no veía claro un motivo de condena.
Nietzsche, casi al borde de la crisis que le llevará a ser internado en un hospital psiquiátrico, pretende realizar un último intento por dar a conocer su filosofía, presentándose a sí mismo como autor de las obras que, según él, cambiarían la historia del pensamiento y quizá el curso de la Historia misma.
Nietzsche afirmaba el 12 de noviembre de 1887 que este poema de Lou von Salomé debía servir como himno para ser cantado en memoria suya:
Al dolor
(oración a la vida)
¡Sin duda, un amigo ama a su amigo
como yo te amo a ti, vida llena de enigmas!
Lo mismo si me has hecho gritar de gozo que llorar,
lo mismo si me has dado sufrimiento que placer,
yo te amo con tu felicidad y tu aflicción:
y si es necesario que me aniquiles,
me arrancaré de tus brazos con dolor,
como se arranca el amigo del pecho de su amigo.
Con todas mis fuerzas te abrazo:
¡deja que tu llama encienda mi espíritu
y que, en el ardor de la lucha,
encuentre yo la solución al enigma de tu ser!
¡Pensar y vivir durante milenios,
arroja plenamente tu contenido!
Si ya no te queda ninguna felicidad que darme,
¡bien! ¡Aún tienes – tu sufrimiento!
Mientras escribo este post y leo este precioso poema, escucho, por recomendación de David Amorós, a Kasey Chambers, The Captain:
Me limitaré a recoger algunos fragmentos que, acertados o no, me han llamado la atención.
¿Para quién habla Nietzsche (Zaratrustra)?:
A vosotros, los audaces buscadores e indagadores, y a quienquiera que alguna vez se haya lanzado con astutas velas a mares terribles;
--a vosotros los ebrios de enigmas, que gozáis con la luz del crepúsculo, cuyas almas son atraídas con flautas a todos los abismos laberínticos;
--pues no queréis, con mano cobarde, seguir a tientas un hilo y que, allí donde podéis adivinar, odiáis el deducir…”p. 61
Decir sí a la vida…
(…) un decir sí sin reservas aun al sufrimiento, aun a la culpa misma, aun a todo lo problemático y extraño de la existencia… Este sí último, gozosísimo, exuberante, arrogantísimo dicho a la vida no es solo la intelección suprema, sino también la más honda, la más rigurosamente confirmada y sostenida por la verdad y la ciencia. No hay que sustraer nada de lo que existe, nada es superfluo (…). Para captar esto se necesita valor y como condición de él un exceso de fuerza: pues nos acercamos a la verdad exactamente en la medida en que al valor le es lícito osar ir hacia adelante, exactamente en la medida de la fuerza. El conocimiento, el decir sí a la realidad es una necesidad para el fuerte, así como son una necesidad para el débil, bajo la inspiración de su debilidad, la cobardía y la huida frente a la realidad (…) pp. 69-70.
Sobre la inspiración de los poetas:
El concepto de revelación, en el sentido de que de repente, con indecible seguridad y finura, se deja ver, se deja oír algo, algo que le conmueve y trastorna a uno en lo más hondo, describe sencillamente la realidad de los hechos. Se oye, no se busca; se toma, no se pregunta quién es el que da; como un rayo refulge un pensamiento, con necesidad, sin vacilación en la forma –yo no he entendido jamás que elegir. Un éxtasis cuya enorme tensión se desata a veces en un torrente de lágrimas, un éxtasis en el cual unas veces el paso se precipita involuntariamente y otras se torna lento; un completo estar-fuer-de-sí, con la clarísima consciencia de un sinnúmero de delicados temores y estremecimientos que llegan hasta los dedos de los pies; un abismo de felicidad, en que lo más doloroso y sombrío no actúa como antítesis, sino como algo condicionado, exigido, como un color necesario en medio de tal sobreabundancia de luz; un instinto de relaciones rítmicas, que abarca amplios espacios de formas –la longitud, la necesidad de un ritmo amplio son casi la medida de la violencia de la inspiración, una especie de contrapeso a su presión y a su tensión… Todo acontece de manera sumamente involuntaria, pero como en una tormenta de sentimientos de libertad, de incondicionalidad, de poder, de divinidad…” pp. 97-98